lunes, 10 de marzo de 2014

Diarios de la calle

Una vez finalizada la película no trataré evidentemente de realizar un resumen, pues mí intención es expresar en este artículo mi reflexión, sensaciones y conclusiones que el largometraje ha provocado en mí.
Es increíble comprobar como una persona destinada a un Instituto de un barrio problemático debe buscar la fórmula más acertada para ganarse la confianza y el respeto de un grupo marginal e incluso violento dentro y fuera del aula.
Su esfuerzo máximo es buscar algún camino que motive a unos alumnos con diversidad compleja a seguir sus pasos para guiarles hacia el aprendizaje y la enseñanza.
Este docente debe ser algo más que un profesor, tiene que ganarse la confianza de los chicos para conseguir su propósito social y educativo.
La amistad, el compromiso y la sinceridad son herramientas fundamentales para unir al grupo.
Esta profesora se desvive tanto por su profesión y está tan involucrada en su trabajo que llega al límite de descuidar su vida personal, perjudicando su vida en pareja.
Utiliza una metodología constructivista para conseguir el aprendizaje idóneo para cada uno de sus alumnos, teniendo en cuenta sus pobres conocimientos, los escasos recursos de los que dispone, su intelecto y los problemas personales de cada adolescente.
La profesora se convierte en facilitadora , no quiere obligarles a construir su futuro sino que les apoya y aconseja para que cada alumno sepa elegir su camino correcto, cada joven debe ser consciente de la dirección  más positiva para alcanzar sus metas en el futuro.
Incluso tiene que enfrentarse a las instituciones con el fin de conseguir la integración de este colectivo a la sociedad  exigiendo el derecho a la enseñanza.
Busca la igualdad de oportunidades que el mismo centro escolar les niega,pretende huir de la discriminación a la que se encuentran sometidos, y su única arma es la educación.